sábado, 12 de marzo de 2011

El problema es sencillo, la solución no tanto.

La realidad es que hay países hambrientos de tierras con causa justificada por la falta de ellas en su territorio, pero hay países hambrientos de tierras sin causa justificable, a mi parecer, ya que el código ético es muy relativo; y el fin de esas tierras se basa únicamente en la obtención de tierra y mano de obra baratas y el cultivo para producir agrocarburantes.
En los países más desfavorecidos, como puede ser África, la gente está hambrienta pero no precisamente de tierras, sino de alimento, alimento el cual no se puede conseguir sin tierras donde producir, las cuales están en manos de multinacionales de los Estados con poder y a quienes lo último que les preocupa es el hambre o la pobreza, sino su propio lucro.
Entre 15 y 20 millones de hectáreas de tierra han sido objeto de negociación internacional en los últimos años y no es casualidad que entre los países acaparadores estén aquellos con poder económico como China, Arabia Saudí  o Japón y que entre los países explotados se encuentren los más vulnerables, los más empobrecidos y necesitados, como África, Brasil, Australia o México entre otros, donde los pequeños campesinos no pueden competir con las grandes industrias llegadas del extranjero y se ven obligados o necesitados a vender sus tierras para sobrevivir (y malvivir posteriormente).
La sucesión de estos acontecimientos acaba produciendo una deslocalización de las actividades, es decir, grandes empresas explotan tierras baratas con mano de obra barata para obtener materias primas y luego exportarlas a su país para llevar a cabo la actividad especializada. Esta es una situación comprometida en cuanto que para nosotros significa una explotación, pero quizá para ellos conlleve a ser una oportunidad, debido a la diferencia del modus vivendi, de las costumbres, el país, la política y muchas más cosas que se encierran en el ciclo de vida de esas personas que malviven cada día. No es que esté de acuerdo con la explotación, todo lo contrario, pero expreso que el punto de vista puede variar según los ojos que lo observen.
Lo que es una vergüenza es que haya empresas que por lucrarse en mayor medida provoquen, aunque de manera indirecta, guerras civiles debido a que donde las tierras pertenecían a quienes las cultivaban, se vieron obligados a adoptar el modelo de propiedad territorial individual; o en lugares donde la creencia de que la tierra era inalienable, finalmente se verán obligados a desechar tales creencias. O que no les importe dejar a un país sin alimento por dedicar la producción al mercado de la energía sustitutiva.
Pero lo más indignante es allí donde los propios dirigentes políticos son los interesados en llamar a los inversores que dejaran sin tierras y sin alimentos a su propio pueblo.
Y finalmente los riesgos ecológicos que se pueden provocar a causa de una intensificación del cultivo.





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